21 de noviembre de 1932, Schaffausen (Suecia) - 27 de diciembre de 2011, Caracas (Venezuela)
“En mi fotografía tiene que ocurrir instantáneamente lo que he ideado antes del ¡clic! Las cosas que más me interesan ocurren en ese cuarto de segundo consagrado”
Durante su juventud estudió ballet en París y trabajó como modelo para figurines de la revista Harper’s Bazaar. Por esos años nada en la vida de Brändli parecía indicar que ponerse al otro lado del objetivo fuera a terminar siendo su profesión.
En 1959, a los 27 años de edad, se muda a Caracas, de donde es su reciente marido. El cambio, para Barbara, no fue solo de residencia o hábitos cotidianos, sino que al saltar el charco también saltó a una nueva profesión. A través de nuevas amistades como el diseñador gráfico John Lange y otro artistas y creadores fue entrando en contacto con distintos campos de producción fotográfico. Si bien sus primeros trabajos se reducían a procesos de registro de danza y teatro, rápidamente se colgó la cámara al cuello y se adentró en el Amazonas. ¿Su objetivo? Conocer y capturar las costumbres y tradiciones intactas de los indígenas.
Durante esta travesía retrató la vida de la etnia Yanonami y más tarde, patrocinada por la Universidad de Los Ángeles para ampliar su investigación, se acercó a las etnias de Makiritare y Sanemá. En 1962 expuso su trabajo en el Museo de Bellas Artes de Caracas y en 1968 en la Casa de estudios de la Universidad de Los Ángeles. En torno a 1966, inició la producción del que es considerado uno de los fotolibros pioneros latinoamericanos: Los hijos de la Luna. No obstante, no fue hasta 1974 cuando vio la luz.
Una de las virtudes de Barbara Brändli fue ser consciente del rol de transmisión que tenía su trabajo en la preservación de estas costumbres, lo que le llevó a crear un fotolibro de cada uno de sus viajes. Para ello pidió ayuda al gobierno, tanto para la financiación de los viajes como para la publicación de los resultado.
En 1975, bajo el encargo de la Fundación Neumann realiza el fotolibro “Sistema Nervioso”, un regalo navideño para los empleados de la fundación que se describe como un poema visual dedicado a la ciudad de Caracas. El fotolibro, que hoy se considera una pieza de culto, plantea una mirada abierta sobre lo local en la que destacan las relaciones simbólicas entre el individuo y la ciudad. En él hay una búsqueda, como la propia Brändli dijo, de “mostrar lo caótico, la improvisación, el humor, lo grotesco y lo gráfico” de la vida de Caracas.
El cuarto fotolibro que publicó, en el que se aborda la vida y ritos de la artesanía venezolana. En esta obra, se aprecia una metodología que acompañará toda la carrera de Brändli: junto a las imágenes se muestran entrevistas a los protagonistas de esas imágenes. Una vez más, la conciencia de transmisión y preservación se hace presente en el trabajo de Barbara.
En 1986, publica uno de sus fotolibros más conocidos: Los páramos se van quedando solos. La primera y única obra de una trilogía que no llegó a ver la luz. En ella se abordan los problemas de la agricultura en los Andes venezolanos. Ya con el título se palpa la preocupación de la creciente migración de los jóvenes hacia las ciudades y su efecto en la desaparición de tradiciones y costumbres. Además de ser una de sus obras más conocidas fue la última que llegó a publicar en vida.
La luz natural fue una de las obsesiones de Barbara Brändli. El manejo de la cámara como un instrumento de registro fue su seña de identidad. Su trabajo es un excelente documento visual de los detalles de la vida, creencias, ritos, costumbres…de la venezuela indígena y rural, pero también de la caótica ciudad caraqueña.
"Si la foto es exactamente igual al objeto representado, no es una buena foto. Para que lo sea, tiene que dar algo más de lo que el ojo ha visto"
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