Tras haber conocido su proyecto fotogáfico Myrias en el espacio expositivo de Btravel Xperience (artículo AQUÍ), entrevistamos a Elena Sol, con el propósito de conocer más a fondo las intenciones que le motivaron a realizar las imágenes que componen su trabajo.
F.M.: Myrias es un proyecto que, a través del medio fotográfico, investiga las relaciones entre naturaleza y civilización. ¿Cuáles fueron las inquietudes que le empujaron a emprender este trabajo?
E.S.: La relación de la humanidad con la naturaleza es algo que llevo trabajando desde siempre mediante disciplinas artísticas diferentes -pintura y dibujo, cerámica, fotografía-, influida probablemente por la gran conexión con lo natural que se manifiesta en mi tierra canaria y por mi pertenencia a grupos de montañeros durante la adolescencia. También los viajes por varios continentes propiciaron mi amor por el paisaje y me llevaron a cuestionarme ese supuesto poder de nuestra civilización sobre la naturaleza.
Otros elementos que inspiraron este proyecto fueron algunas lecturas filosóficas, textos sobre la relatividad del hecho y los objetos históricos y por supuesto el estudio de la representación natural y humana a lo largo de la historia del arte.
F.M.: Myrias es una palabra de origen griego, ¿cuál es su significado? y, ¿por qué la eligió para titular su proyecto?
E.S.: Myrias es la raíz griega de miríada, algo incalculable, que no podemos abarcar ni limitar, y en este trabajo se manifiesta como un viaje visual y arqueológico en el que los paisajes del presente, comunes a naturaleza y ser humano, conectan con el Tiempo en toda su magnitud.
Las connotaciones clásicas del vocablo me sugerían también esa relación con los orígenes de nuestra civilización.
F.M.: En su obra confronta el no-tiempo de la naturaleza con la temporalidad humana. ¿Cómo fue reflejar visualmente algo invisible e intangible como el concepto del tiempo? ¿Hubo momentos de dificultad en éste aspecto?
E.S.: Este proyecto plantea mediante su poética visual que tal vez nos hayamos equivocado al considerar que el tiempo natural y el humano se encuentran separados y que somos algo ajeno a ello. Al ser conceptos tan abstractos tuve que trabajar principalmente con las sensaciones y por ello el trabajo de búsqueda de las imágenes fue difícil y su hallazgo a veces casual o inesperado. En ocasiones imágenes descartadas durante el proceso volvían a la vida en su relación con otras encontradas meses o años después. En este aspecto me ayudó bastante seguir un método de trabajo concreto para poder articular todo el material que iba desarrollando.
F.M.: Su viaje fotográfico se desarrolla según el método de investigación arqueológico, en tres fases: exploración, representación y revelación. ¿Nos podría explicar la finalidad de cada uno de estos momentos y cómo los llevó a cabo?
E.S.: Este método fue clave en el proyecto, ya que fue una guía para no perderme en su creación.
En la primera fase me dediqué a explorar físicamente, es decir, a viajar a lugares donde intuía que podría encontrar claves sobre la relación entre naturaleza, ser humano, civilización y sus tiempos. Visité algunos enclaves con restos arqueológicos y sus alrededores naturales, también lugares donde la naturaleza aún se encuentra en estado casi prehumano. Mi objetivo era encontrar imágenes donde la naturaleza se presentase como algo vivo y con personalidad y el ser humano reflejase algo de su condición inmortal como cultura.
En la segunda fase, de representación, quise explorar los puntos de contacto entre tres tiempos diferentes: el natural, el histórico y el personal. Así compuse una serie de nuevos iconos a partir de paisajes, diapositivas de objetos de la historia del arte y objetos recogidos en la naturaleza y pertenecientes a mi historia doméstica. Estos iconos están organizados a modo de horizontes, “lugar donde dos elementos parecen confluir”.
La última fase, de revelación, donde los arqueólogos obtienen conclusiones, fue la más larga y difícil, ya que tenía que “leer” o extraer alguna “verdad” del trabajo realizado en las dos fases anteriores. Al tratarse de productos visuales tardé bastante tiempo en elaborar esas últimas conclusiones y mi línea de trabajo sólo pude verla claramente cuando la terminé y obtuve en ella una mezcla entre la esperanza y la ausencia de perspectiva, entre la belleza y la pérdida del hogar. Y surgió sobre todo ello la certeza de esa unión indivisible, para bien o para mal, entre nuestro futuro y el de la naturaleza.
F.M.: La obra se desarrolló entre 2015 y 2019 durante varios viajes por Europa que incluyeron países como España, Croacia, Reino Unido, Letonia, Francia e Islandia. ¿Qué tipo de investigación lleva a cabo para descubrir los lugares aptos para su trabajo?
E.S.: Algunos de esos lugares fueron surgiendo al azar, en viajes no planificados específicamente para el proyecto y otros fueron escogidos por su importancia en cuanto a poder de la naturaleza o poder de la civilización. Realmente al ser un trabajo de búsqueda me encontré con que, al igual que en las investigaciones arqueológicas, en ocasiones lugares a priori muy interesantes no me proporcionaron mucho material y otros inesperados resultaron ser maravillosos yacimientos de imágenes para mi proyecto.
F.M: Por último, ¿da este proyecto por acabado?, ¿se están gestando nuevos trabajos?
E.S.: Myrias es una obra que doy por terminada y cuya máxima expresión es esta exposición que posteriormente itinerará por otras salas y ciudades.
Actualmente estoy concentrada en la maqueta del libro de mi trabajo posterior “OUAS, The cancelled summers”, que reflexiona sobre la fragilidad de nuestra realidad a partir de la sacudida que supuso un evento natural de tal calibre como la irrupción de un virus descontrolado en nuestras vidas. Un proyecto en el que me sigue interesando la difícil conexión entre ser humano y naturaleza: “Vivíamos sin saberlo un verano continuo. Sólo lo sabemos ahora que lo hemos perdido”.
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